Una catastrofe esplendida

Hace unos días  un amigo me preguntaba sobre las cosas que me gustaba hacer,  lo primero que se me vino a la cabeza fue dormir,  aunque   en realidad hay poco que me de tanta satisfacción como eso le respondí que escribir, porque es sin duda mucho más productivo, y sino al menos más interesante.
Le comenté que hacerlo es normalmente una actividad privada con la que expío mis culpas o mis sentires, y que  lo he hecho desde el 2007  a propósito de la primera vez que sentí que me enamoré,  porque nunca hubo tema mas prolífico para quienes escriben o crean que el tema del amor o el desamor, ya lo decía Lorca en su Oda a Dalí: "No es el arte la primera luz que nos ciega los ojos, es primero el amor, la amistad o la esgrima."
Motivado por aquella  conversación decidí escribir públicamente  tratando de narrar historias sobre todas las cosas que amamos hacer,  y que amamos   de la única forma soportable: como si nunca fuéramos a morirnos. Porque como lo dijo Frédéric Beigbede, nos aventuramos a lo que amamos en el conocimiento de nuestro destino, por que:
El amor es una catástrofe espléndida: saber que te vas a estrellar contra una pared, y acelerar a pesar de todo: correr en pos de tu propio desastre con una sonrisa en los labios; esperar con curiosidad el momento en que todo se va a ir al carajo. El amor es la única decepción programada, la única desgracia previsible que deseamos repetir'.

Sí,  son las cosas que más nos gustan las que nos infligen nuestras penas:  si comes engordas,  si bebes te  da resaca, si amas te rompen el corazón,  y todo ello es de lo que vale la pena escribir. 



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