Mes del orgullo 2020
Hace poco más de cien años Rosa Luxemburgo sugería que aunque el capitalismo necesitaba de espacios no capitalistas para su desarrollo, el avance del mismo consistía en la aniquilación de estos espacios. En el contexto de hace un siglo, durante el desarrollo colonial del capitalismo estos espacios no capitalistas eran territorios físicos bien definidos con la posibilidad de ser explotados. Bajo la propuesta de Luxemburgo llegaría un momento en que el capitalismo moriría de inanición al haber devorado la última "alteridad" territorial del planeta.
Un siglo más tarde en la nueva plenitud planetaria caracterizada por el alcance global de los mercados, es decir, una modernidad en la que el capital ha llegado a todos los rincones del planeta, el capitalismo no ha muerto. Una vez que el modo de vida moderno se ha difundido o ensanchado a la fuerza, las tierras vacías se han acercado al desvanecimiento.
Vale la pena decir que cada posición conquistada durante esa etapa, se tradujo en millones de personas desahuciadas de su tierra, convertidas en sujetos prescindibles que han permanecido fuera de la modernidad, esperando estar dentro lo antes posible.
Ante esta realidad de una masa creciente de expulsados ajenos al sistema, y una extinción territorial de nuevas posiciones, los espacios no conquistados, es decir, la fuerza vital del capital, se ha traducido en la conquista de posiciones inmateriales, entre ellas las particularidades de los individuos: Lo que antes no formaba parte del capital, se han vuelto nuevas posiciones de las que el sistema desea alimentarse: Ser indígena, negro,mujer, gay, discapacitado.
Todas estas diferencias bajo las que se construyeron los viejos modelos de producción y la primera etapa del capitalismo, se fueron convirtiendo (conforme el capitalismo avanzaba) en espacios ajenos, y extraños al nuevo modo de producción, integrándose a la masa de los "otros" expulsados y marginados de los beneficios de la modernidad.
Antes vistos como movimientos antisistémicos que deseaban poner pausa a la maquinaria del capital.
Hoy día vistos como nuevos espacios por conquistar se reivindican y monetizan sus diferencias a la vez que suavizan el problema de los desechos humanos que genera el sistema.
Bajo la influencia del soft power cada vez un número mayor de los siempre marginados ahora se integran, sin derrumbar un ápice del sistema que funciona como la paradoja de la serpiente, que se alimenta de sí misma para un día morir de inanición, al no haber nada más que comer.
Son demasiado ingenuos o de plano tontos, y no se dan cuenta de que ni políticos ni empresas dan un carajo por ellos y sus movimientos radicales. Lo que han finalmente logrado es convertirlos en un producto y comercializarlo.
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