El congreso: significado

Siempre me han parecido interesantes las películas inspiradas en libros porque suponen todo un reto para quienes trabajan en la cinta, sobretodo porque muchas abordan personajes, escenarios y caracteres inexistentes en la vida, planteando un esfuerzo creativo impresionante para la producción. Este es el caso de la cinta "El congreso" del director Ari Folman,  inspirada en Congreso de futurología.

En esta ocasión el director soluciona este dilema creativo partiendo la cinta en dos partes unidas pero totalmente distintas. La primera parte  de la cinta es actuada y aborda el dilema de Robin Wright, quien se personifica  a sí misma en una versión de actriz en decadencia, que se encuentra ante el conflicto  del cine del futuro. Al personificarse a sí misma el director quiere dejar muy claro que esta primera parte no es una alegoría sino una alusión directa y clara del medio cinematográfico que condena a quienes trabajan en él  a un constante renovarse o morir, y que se agudiza entre los actores cuyo declive comienza con las primeras canas y de ahí sólo viene un camino en picada.

Con esta intención el primer tramo se desarrolla  en un mundo donde la industria del cine  está cambiando,   por lo que se le propone a Robin inmortalizar su imagen mediante el scaneo y rejuvenecimiento de la misma,  Robin  cede a la propuesta persuadida por el deseo de pasar más tiempo con su hijo.  De tal manera que el contrato se firma por una vigencia de 20 años, tras los cual debe renovar su acuerdo en el congreso de futurología.

La segunda parte, cuyo significado no es claro como tampoco lo es su desarrollo, es una parte animada que comienza con la llegada de Robin al congreso de futurología: en una parte del mundo donde es posible ser un personaje animado tras consumir una sustancia. En este congreso esta sustancia será presentada como el piná
culo del desarrollo tecológico que permitirá a la humanidad ser quien desee ser.   Sin embargo los planes de los estudios Miramount se verán frustrados una vez que un ataque rebelde intoxica a los asistentes, entre ellos Robin Wright.



Al principio de la parte animada la película conserva cierta lógica con la historia que va narrando,  y del dilema de Robin ante la firma del nuevo contrato, hasta que en cierto punto de manera casi imperceptible en uno de los pasillos del hotel aparece la icónica pintura de Francisco de Goya: Saturno devorando a su  hijo,  quizás para reafirmar la idea de que la industria cinematográfica devora a los actores que él mismo encumbra, quizás porque el director está apunto de devorar su creación para poder decirnos algo. De cualquier manera de aquí en adelante la lógica de la trama se llega a perder un poco,  a tal punto de confundirnos  entre la realidad de  la historia  original de la vida de Robin de la de su alucinación por la intoxicación; tal vez realizado un poco a propósito por el director para plantear como la realidad se desdibuja entre la ficción cuando hablamos de tecnología en nuestro presente. Y es a partir de aquí que comienza también mi intento por darle significado a la cinta:

El futuro al que la humanidad ha llegado según  la cinta, es  uno  parecido al que anhelamos en la realidad:  donde el desarrollo tecnológico de la modernidad  nos traerá bienestar,  de tal forma que cualquiera pueda ser Jesus, Mahoma o Buda, no porque efectivamente pueda ser así, sino porque es una realidad en el que la religión ha perdido su  poder  y el carácter místico que le envolvía transfiriendo ese poder al hombre,  liberando con ello a la humanidad no sólo de sus facetas negativas que han coartado la libertad de pensamiento y de actuar, sino también de aquellas que a través de la moral mantienen a raya el hedonismo del hombre.

Por otra parte,  el film también  dilucida un futuro en el que, como suelen pensar desde los más liberales hasta los más revolucionarios (cada uno a su manera) la desaparición del Estado y la religión hará posible la máxima expresión de la humanidad en tanto especie. Trayendo consigo una época de bienestar absoluto.

Al respecto de la desaparición del Estado y la Religión la cinta es clara cuando el hombre que acompaña a Wright dice que ha desaparecido el ego. En el sistema freudiano el Estado y la Religión  suelen ser quienes dictan la moral y las reglas componiendo al superyo,  opuesto al ello que son nuestros deseos, necesidades e impulsos. En este sistema es el ego el que  intercede entre ambos, el filtro por el que el ello y el superyo  se reconcilian y mostramos al mundo quienes somos.  En ausencia del ego y la caída  del superyo, lo único que nos queda en la modernidad es el ello:  es decir la satisfacción de nuestras necesidades, deseos e impulsos, siendo esa la promesa de la modernidad.

Hasta este punto de la cinta podríamos decir que en el futuro que nos plantea todo va y se ve bien: lucir cómo quieres, hacer lo que quieras, cuando y donde quieras, sin embargo cuando Robin logra salir de la intoxicación  nos muestra que todo es una ilusión:  la tierra prometida por el nuevo triunfo de la modernidad donde todo estaría mejor no existe,  y sólo ha dejado a su paso una estela de hedonismo sin sentido,  deshumanización, alienación y lo peor: un mundo totalmente inhabitable.

Condenado el mundo a esa realidad, Robin vuelve a la ilusión de la intoxicación, pero no al sitio dónde se podría decir que lo tenía todo, incluso amor; vuelve a la ilusión a nacer de nuevo bajo los ojos de su hijo para así poder reencontrarse con él y con lo que verdaderamente quiso siempre.  Probablemente esto significa que si bien la huella humana sobre el mundo es ya imborrable e irreversible,  podemos derrumbar a nuestros opresores como el Estado o la Iglesia no para entrar a un mundo de hedonismo sino para reencontrarnos con lo que verdaderamente somos.

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